jueves, 27 de marzo de 2014

DE SAFARI POR ETOSHA PARK, NAMIBIA

Tras nuestra visita a los himba, enfilamos rumbo a Etosha National Park. Este Parque Nacional, creado por los alemanes en 1907 (Namibia era por aquella época la colonia alemana "Africa del Sudoeste"), cubre un área enorme. Una gran parte del terreno está cubierto por lo que se llama la "sartén de Etosha", una depresión hipersalina de minerales y arcilla blanca prácticamente desierta. Es curioso que alrededor de este gran lago salado se concentre tal cantidad de fauna y flora. 

Para llegar al parque condujimos varias horas con nuestro 4x4 a través de carreteras de pista, contemplando cómo el paisaje iba cambiando cada cierto tiempo. Para orientarnos ni GPS ni gaitas. Cuando llegas a un cruce (que hay pocos), siempre tienes dos opciones: norte o sur, este u oeste. Con saber en qué dirección queda tu destino lo tienes todo hecho... 

Al fin divisamos la entrada del parque y nos apresuramos a inmortalizar el momento. Y es que a Canelón, es decir al menda, le vuelven loco los animales. Cuando digo animales no incluyo a los insectos, ya que no los comprendo del todo. Con un mamífero empatizo como con un hermano (aunque si es rosita y hace oink-oink, le doy matarile y me lo como encantado). Con las aves ya empatizo menos aunque las aprecio de alguna manera. Idem con los peces y reptiles. Pero los insectos, en especial cualquier bicho con alas de bombardero, no me molan un pelo y no tengo ningún reparo en cepillármelo a cara descubierta....
Fue entrar al parque, y poco a poco empezamos a divisar animales. Springboks, Oryx, Cebras, Ñus, Jirafas... Al principio flipas y aminoras la marcha o te paras en cuanto ves un animal (algunas veces están a escasos metros del coche) y según vas estando dentro del parque empiezas a reconocer a las diferentes especies, incluso desde lejos, y ya empieza tu "safari". 
Canela cogió el típico tríptico que te daban a la entrada del parque e iba apuntando, afanosa como es ella, la fecha y el lugar aproximado donde habíamos visto al primer ejemplar de esa especie. Nos lo pasamos pirata los 3 días según se iban acotando las opciones de avistamiento, ya que era como descubrir un trofeo. 
Me acuerdo en concreto del tercer día, que antes de irnos vimos a un magnífico eland de cerca. El eland es una especie de antílope en la que el macho puede llegar a pesar hasta 800kgs. y tiene unos enormes cuernos rectos afilados. Dicen las malas lenguas de la sabana que ni los mismos leones se atreven con semejante animal, ¡ahí es nada!
Pero lo que nunca olvidaré fue la primera noche de camping... Tras nuestra típica barbacoa namibia (en la cual tuve que luchar contra múltiples bichos alados que se empotraban contra mi frontal) y la visita del chacal para dar buena cuenta de los restos, nos fuimos al sobre (a la tienda, vamos). Nos dormimos plácidamente, pero a las 3 de la mañana me despertó un estruendo tremendo. Se oían rugidos de leones, y alaridos y chillidos de hienas. Con mis conocimientos de documental de La2, deduje al momento que se trataba de una pelea encarnizada por una buena presa. Tenía el corazón a doscientos. Estaba emocionado y a-co-jo-na-di-to, y eso que sabía que no me podía pasar nada, pero hubo algo dentro de mí que reconoció ese rugido. Hice lo que harían nuestros antepasados: apretar la vejiga, darme la vuelta e intentar conciliar el sueño de nuevo. A todo esto había intentado despertar a Canelita múltiples veces, pero creo que a ésta se la hubieran comido los leones... 
La mañana siguiente nos levantamos a las 5, desayunamos algo rápido, y en cuanto comenzó a amanecer, salimos (las puertas del alojamiento permanecen cerradas desde el atardecer hasta el amanecer, ahora comprenderéis por qué...). Escogimos un punto de agua al azar (en los puntos de agua es donde se concentran la mayor parte de animales, sobre todo a primera y última hora), llegamos, apagamos el motor y empezamos a divisar. A lo lejos vimos algo de color pajizo que se movía. Era bastante pequeño. De repente otro, y otro un poco más grande. Acabábamos de dar con una manada entera de leones, desde el león macho hasta el último leoncito. El silencio era abrumador y, mientras se acercaban suavemente (pasaron uno a uno justo por delante de nuestro coche), pudimos ver que tenían los hocicos manchados de sangre. De repente, la historia imaginada por Canelón cobraba vida. Y con ella la verdad de la naturaleza.
                   
                   
Fue increíble ver a las leonas más mayores pasearse con gesto majestuoso y el hocico ensangrentado. Se dirigían, junto con leoncillos juguetones, hacia un árbol donde el macho esperaba rascándose la barriga. Mientras, las leonas más jóvenes, probablemente las que menos comieron, intentaban cazar desesperadamente, con múltiples intentos fallidos. Éstas son las normas de la selva. 

CONTINUARÁ...

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4 comentarios:

  1. Wowwwwwwww muero de envidia!!!!

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  2. Qué viaje tan chulo, me ha encantado leer esto. Ya estoy esperando la segunda parte!

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  3. Muchas gracias por vuestros comentarios, en breves saldrá la segunda parte!

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MIL GRACIAS POR COMENTAR!!! Intentaremos responderte, aunque no sabemos cuando...