miércoles, 21 de mayo de 2014

LA MARAVILLOSA BAHÍA DE HALONG...

Cuenta la leyenda, que mientras los vietnamitas se zurraban con los invasores chinos que entraban por el mar, el emperador de Jade envió una familia de dragones celestiales a esta bahía. Los dragones, en lugar de escupir fuego (hay que ver cómo nos mentían en los cuentos...) sacaban por la boca joyas y preciosas piedras de jade que, enseguida se convertían en islas que se unían entre sí. Así, gracias a esta muralla de islotes, lograron defenderse de los chinos y ganarles la batalla. 
Fuere como fuere, esta maravilla natural bien se merece una visita y los vietnamitas lo saben. Es por ello, que decenas de barcas capitaneadas por mujeres bogando, se arriman a los barcos de los turistas  que infestan la bahía, ofreciendo collares de perlas con cara de pena (en el anterior viaje de Canelón a Vietnam ofrecían pineapple, se ve que el rango turístico a subido de nivel...)
Si hay algo que pueda restar encanto a este entorno tan privilegiado, somos los guiris. Pero, aún con todos esos barcos con turistas gritando, la sensación de navegar viento en popa a toda vela por esas aguas tan calmadas, observando el increíble paisaje desde proa, es algo inexplicable. Nadie puede imaginar lo que se siente al estar ahí, hasta que está allí.
Nosotros nos imaginábamos la visita en un camarote estrecho, estilo al de los hermanos Marx... Pero, gracias a los generosos regalos de bodas, tuvimos la suerte de poder pegarnos un buen capricho. Pasamos tres días y dos noches en un barco de Paradise Cruises, una de las cadenas más lujosas de Halong. Ciertamente, nos pareció el paraíso. 
Tras cenar opíparamente y dormir en un amplio camarote, al día siguiente, tocaba excursión. Por la mañana, tras zamparnos un buen desayuno, tocó traslado a otro barco más pequeño, en el que poder movernos con más rapidez por las aguas vietnamitas. Nos dimos un gran paseo en bici para visitar varias islas y poder disfrutar, esta vez desde tierra, de paisajes increíbles. 
Por la tarde, tras comer y descansar un rato, tocaba practicar un poco de kayak. Por supuesto, Canela & Canelón se animaron enseguida y tuvimos el privilegio de remar (unos con más azogue que otras) y explorar recónditos rincones de la bahía por los que un barco no cabría jamás. Sin duda, una experiencia muy pero que muy recomendable. 
De vuelta al barco, hubo quien se tiró desde proa al agua. Yo me limité a fotografiar, pues una en bikini pierde mucho... 
Después de un día lleno de actividades, tocaba cena suculenta y un buen descanso en nuestro genial camarote. Pero antes de ir a dormir, probamos a pescar peces desde cubierta, aunque no hubo suerte.

Como siempre es mejor irse a la cama con buen sabor de boca, decidimos tomar una copichuela y, cosas de cruceros, acabamos charlando sobre temas bélicos con un chico americano. Por supuesto, también salieron durante la conversación temas más banales como el clima, o los manjares que nos sirvieron durante la cena.

Al día siguiente (nuestras últimas horas), para finalizar el mini crucero de ensueño que ojalá durara una vida, desayunamos y fuimos a visitar distintas cuevas, y también dimos un paseo en barca mientras nos despedíamos de la maravillosa bahía de Halong. Sin duda, una visita obligatoria. Hasta otra Halong Bay... o eso espero.


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2 comentarios:

  1. Ya tengo ganas de conocerla! lo de hacer kayak me encantaría!

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  2. Rema Canela, rema!!! Volvería en cualquier momento!!

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