viernes, 6 de junio de 2014

DE CAÑAS POR HANOI...LA CERVEZA MÁS BARATA DEL MUNDO

Dicen que Hanoi o te encanta o te espanta, y aunque yo soy muy de blancos y negros, esta vez me quedé en gris... Admito que nada más llegar, la ciudad me abrumó y quise poner pies en polvorosa rápidamente. 

Tanto claxon, tanta moto pasando a un milímetro de la punta de mis pies, tanto bullicio y tanto caos, me estresaron hasta el punto de sentirme como un pollito en la sabana, a punto de ser devorado por los leones. Por suerte, tenía a Canelón cerca para darme la mano y ayudarme a cruzar las calles cual kamikazes, porque cruzar la carretera en Hanoi, amigos, se las trae... 
Allí las normas de circulación, los stops, los pasos de cebra y los ceda el paso brillan por su ausencia. Casi resulta increíble que no existan apenas accidentes de tráfico, pero tras varias agarraditas de la mano cruzando las calles con los ojos cerrados (gracias a que Canelón me hacía de lazarillo), una se da cuenta de que los vietnamitas poseen algo de lo que los occidentales carecemos: el civismo.

Mientras que a nosotros nos hacen falta millones de reglas y normas para ser medianamente cívicos (y ahora toca confesar que muchos las acatan tan solo por evitar las multas), ellos pueden prescindir totalmente de leyes y señales porque, al contrario que nosotros, no pisan el acelerador como locos cuando ven que alguien les va a adelantar...

El truco para cruzar es muy simple, aunque se requiere mucha seguridad en sí mismo. Digamos que en las carreteras vietnamitas no hay cabida para las dudas y el temor. El peatón debe lanzarse a la carretera y caminar sin cambiar el ritmo, ¡muy importante! Y descuiden, son ellos los que te esquivan. Por lo tanto, nada de ponerse a correr ni de pararse en seco, pues eso solo generaría, o bien un atropello, o bien que las motos vietnamitas cayeran al suelo en efecto dominó.

Todo este caos, hizo que en un principio Hanoi me pareciera una ciudad ruidosa y agobiante, pero poco a poco fui haciéndome a ella y comencé a observar parte de su encanto. Además de apreciar el tráfico desde una terraza (espectáculo que no os podéis perder bajo ningún pretexto), existen más planes y cosas interesantes que visitar en Hanoi, como el museo de la historia, al que no dudamos en entrar para conocer más horrores bélicos.

Aunque, para ser sincera, el simple hecho de pasear por esta ciudad, adentrarse en sus callejuelas y parques, es una actividad turística en sí misma.

También la gastronomía captó mi curiosidad, y me sorprendió lo bien que se pude comer en Hanoi por cuatro perras. Lejos de los típicos restaurantes para guiris, el turista puede encontrarse con lugares muy castas en los que pegarse un buen banquete por tan solo 1 euro. Cierto es que en la carta no ofrecen pizza ni hamburguesa, pero cuando una quiere descubrir un país a fondo, ha de saber que las técnicas culinarias van ligadas a la historia y tradiciones de un país, y no queda otra que probar sus típicas recetas.
Adjunto pruebas de nuestra opípara comilona en uno de esos garitos en los que apenas se encuentran turistas y se puede comer mano a mano con gente vietnamita. Sin duda, toda una experiencia culinaria que debéis probar en vuestras propias carnes. ¡Recomendable!
Lo que hizo que mi balanza se decantará todavía más por el amor que por el odio, fue la Bia Hoi, y es que, para dos cerveceros como nosotros, tomar cañas a precio ganga fue el no va más... Os cuento, grosso modo, que la bia hoi es una cerveza de barril fabricada en Vietnam. Se dice que es la cerveza más barata del mundo y que, a pesar de distribuirse por todo el país, Hanoi es el mejor lugar para degustarla. Nosotros lo hicimos, por supuesto, y podemos decir que está buena. Es ligera, refrescante, y entra de vicio cuando el calor aprieta.
Es costumbre tomarla en la calle, sentada en una mini banqueta de plástico que los locales ponen a disposición de los clientes. Se crea así un ambiente festivo-callejero que invita al disfrute y a la risa, y mezcla de manera espontánea guiris con jóvenes vietnamitas que disfrutan de la bia hoi como nosotros lo hacíamos del kinito (aunque ellos mucho más moderados).
Nosotros escogimos un pequeño local con vistas a la carretera y una dueña muy peculiar que, en cuanto veía el vaso de Canelón vacío, se lo quitaba de las manos y enseguida se lo rellenaba sin preguntar. Así fue como cayeron unas cuantas cervezas de más... ¡cualquiera le rechistaba a la señora!
Con esta feliz imagen a lo Homer Simpson en el bar de Moe (en versión vietnamita), nos despedimos hasta el próximo capítulo.
Y si pasas por Hanoi, ¡no dudes en tomarte una Bia hoi y brindar por nosotros!

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2 comentarios:

  1. Y montar en moto en Hanoi???para qué ir a Port Aventura....jaja

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    1. jajaja, ya te digo! nosotros ni lo intentamos porque vimos a unos cuantos guiris en moto que la montaban gorda... iban a mucha velocidad y con el chip occidental (yo primero), y así no se puede... O se hace a lo vietnamita o nada!

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